Emprendimientos en América Latina: desde la subsistencia hacia la transformación productiva
Prólogo
América Latina tiene un problema de productividad: el capital humano y el capital físico de las economías
no está siendo utilizado para maximizar la producción de bienes y servicios. Este fenómeno explica el
hecho de que la región no haya tenido un crecimiento más dinámico desde mediados del siglo pasado, lo
que ha impedido que sus ingresos converjan hacia los niveles observados en los países más desarrollados.
Entre los factores que influyen en la productividad de la economía, destacan el progreso tecnológico,
que crea nuevos bienes o nuevos métodos productivos; el acceso a nuevos mercados nacionales e internacionales; y las mejoras en los procesos de gerencia y administración de las empresas. Este proceso
de innovación y de creación de nuevos productos y mercados es liderado por emprendedores capaces
de visualizar nuevas demandas, encontrar aplicaciones de mercado a nuevas tecnologías y coordinar
eficientemente el uso de distintos factores de producción al interior de las organizaciones. Esta actividad emprendedora se ve plasmada en el nacimiento de empresas, donde las más exitosas crecen a un
ritmo acelerado, pasando de pequeñas unidades productivas a firmas medianas y grandes que venden
productos en diversos mercados internos y externos.
Por ello, un síntoma del nivel de productividad que refleja en parte la actividad emprendedora, es la
distribución de las empresas según su tamaño. En este sentido, un contraste importante entre nuestra
región y las naciones más desarrolladas es el hecho de que en América Latina existe una proporción
muy significativa de empresas pequeñas y microemprendimientos informales y, a la vez, las empresas
formales que se crean tienen una dinámica de crecimiento débil.
¿Cuáles son las causas del bajo nivel de creación y crecimiento de emprendimientos de alto potencial
productivo en América Latina? Esta es la pregunta central que intenta responder esta nueva edición
del Reporte de Economía y Desarrollo (RED). La evidencia presentada sugiere, en primer lugar, que el
problema del reducido tamaño de las empresas y su pobre dinámica de crecimiento no se debe principalmente a que la región carezca de individuos con aptitudes o talento empresarial; esto es, personas
con pensamiento creativo e innovador, con habilidades gerenciales y de orientación al logro, y capaces
de tolerar el riesgo.
Alternativamente, se plantea la hipótesis de que el problema radica, en parte, en el hecho de que ante la
falta de oportunidades de empleo en el sector productivo formal, una importante porción de individuos
con relativo bajo talento empresarial deciden abrir pequeños negocios que no solo les generan ingresos
bajos e inestables, sino que les impiden acumular capacidades y aptitudes laborales, por lo que el potencial
de transitar hacia un empleo en el sector formal se reduce con el tiempo. En este contexto, esta gran cantidad de microempresas se convierte en un importante obstáculo para el surgimiento de nuevas empresas
transformadoras y el crecimiento de las ya existentes, pues no existiría la mano de obra necesaria en caso
de que estas se expandieran a tasas elevadas. Esta situación coloca a la región en una especie de trampa
de informalidad y baja productividad, donde no hay crecimiento empresarial porque, entre otras cosas,
no hay trabajadores con las capacidades requeridas y ello, a su vez, ocurre porque existen pocas empresas
que generen oportunidades laborales para desincentivar el microemprendimiento informal.
Este círculo vicioso entre informalidad y crecimiento empresarial puede verse también alimentado
por otros condicionantes del entorno, como la falta de acceso al crédito. También se observa en Amé-
rica Latina una correlación alta entre la decisión de emprender y la riqueza familiar, lo que sugiere la
existencia de posibles restricciones de acceso al financiamiento. Las decisiones de las empresas sobre
innovación se ven asimismo afectadas por otras fallas de mercado −por ejemplo, aquellas originadas por
externalidades− y ello incide claramente en la dinámica de su productividad. Los spin-offs son un canal
natural para la transmisión de nuevas ideas y tecnologías y la evidencia muestra que las empresas que
se establecen a partir de esos “derrames” de conocimiento tienden a generar más empleo. Ahora bien,
sin empresas grandes y dinámicas, este potencial semillero de emprendedores innovadores también
podría verse restringido.
Por otro lado, algunos aspectos relacionados con fallas del Estado también podrían afectar negativamente la productividad de las economías. Así, un efecto quizás no deseado de las políticas impositivas,
los subsidios al crédito, e incluso algunas características de la política laboral y social es el de limitar
el crecimiento de las empresas formales y de alta productividad, mientras que generan incentivos a la
creación y supervivencia de microempresas que solo dan empleo a su fundador, y probablemente a algunos familiares, y que a menudo tienen poco valor agregado.
Dado este diagnóstico de los determinantes de la empresarialidad en América Latina y sus efectos sobre
la productividad, las políticas públicas que buscan favorecer el emprendimiento deben tener un enfoque multidimensional e integrar aspectos ligados al desarrollo del talento empresarial, la promoción de
la innovación, el acceso al financiamiento y la capacitación de la mano de obra. Estos cuatro elementos
del ecosistema emprendedor deberían ser accesibles para todas las empresas (existentes y en formación), incluidas aquellas microempresas con capacidad para desarrollarse.
Esperamos que el aporte que CAF hace a través del presente informe contribuya a una mejor comprensión
del papel del emprendimiento en el desarrollo y promueva el diseño de políticas públicas que impacten
positivamente en la generación de empleo y en la productividad de las economías de América Latina.
L. Enrique García
Presidente Ejecutivo de CAF