Estan son las palabras de la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres
Creemos en un mundo en el que las mujeres y niñas puedan realizarse y prosperar en paz del mismo modo que los hombres y niños, compartiendo y beneficiándose de sociedades que valoran sus habilidades y aceptan su liderazgo. Y eso es lo que intentamos conseguir con nuestro trabajo. La violencia contra mujeres y niñas tiene consecuencias devastadoras para las personas y la sociedad.
Las mujeres y las niñas que son víctimas de violencia pierden su dignidad, viven con miedo y dolor y, en el peor de los casos, lo pagan con su vida. La violencia recorta sobremanera las libertades de las que todas y todos deberíamos disfrutar: el derecho a sentirnos seguras y seguros en casa, el derecho a caminar con seguridad por las calles, el derecho a la escolarización, el derecho al trabajo, el derecho a acudir al mercado o el derecho a ir al cine. Deberíamos poder esperar que se castigue a los agresores, que se haga justicia y que recibamos cuidados y apoyo por las lesiones sufridas. Sin embargo, todavía son muchos los países donde las leyes no son adecuadas; donde la fuerza policial no muestra ningún interés; donde no hay refugios disponibles, atención sanitaria ni apoyo, y donde el sistema de justicia penal se halla en lugares lejanos, es caro, tiene prejuicios contra las mujeres y resuelve a favor de los perpetradores varones. Si bien cambiar esos elementos tiene un costo, el precio del inmovilismo es inaceptable.
Todas las expertas y todos los expertos coinciden en que los beneficios de poner fin a la violencia contra mujeres y niñas compensarían con creces la inversión necesaria. Sabemos que las inversiones oportunas y bien dirigidas, aunque sean a pequeña escala, pueden aportar beneficios enormes para las mujeres y las niñas, así como para sus comunidades en general. Por ejemplo, en Timor-Leste se puso en marcha un sencillo y eficaz programa de tres años para proporcionar un paquete de servicios esenciales para las mujeres que habían sido víctimas de violencia. El costo del programa era de menos del 1% del PIB, pero tenía un impacto significativo en la salud y el bienestar de las mujeres. Algunos cambios prácticos realizados en las infraestructuras de los mercados, la capacitación empresarial y la instauración de los pagos sin efectivo transformaron la situación, las perspectivas y la confianza de las puesteras de los mercados de Papua Nueva Guinea. En Uganda, un programa comunitario reunió a mujeres y hombres y a personas líderes religiosas y comunitarias para cambiar las normas sociales, lo que se tradujo en una reducción del 52% en la violencia infligida por un compañero sentimental.
Estos logros arrojan luz sobre métodos prácticos que nos permiten avanzar. Podemos realizar grandes progresos en el tratamiento de los problemas de desigualdad y prejuicios existentes subyacentes en nuestras propias sociedades, que permiten e incitan la violencia contra mujeres y niñas. Podemos incrementar la prevención y ampliar los servicios adecuados. Podemos hacer que la curva empiece a tender a la baja y poner fin a la lacra que supone la violencia contra mujeres y niñas. De esta forma, adoptamos un compromiso y realizamos una inversión, tanto a escala nacional como internacional.
La violencia está tan arraigada en la sociedad que su eliminación es una tarea que compete a toda la sociedad. Cambiar la cultura conlleva también contar con la participación de aliados, como los hombres y los niños, los grupos religiosos y las y los jóvenes, usando canales como el deporte, el arte, el sector empresarial, el mundo académico y la fe para conectar con dichos aliados y convencerlos.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible nos dota de herramientas con las que podremos lograr todo esto. Sus ambiciosos objetivos precisan de soluciones innovadoras y nuevas alianzas para movilizar recursos, procedentes entre otros de gobiernos nacionales, de la asistencia para el desarrollo extranjera, de empresas privadas y de entidades y particulares filantrópicos. Hoy, en este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, recordamos esta Agenda universal acordada por todos los países, reconocemos la inextricable relación entre los avances en ambos frentes y nos comprometemos de nuevo a lograrlos.